lunes, 30 de junio de 2014
sábado, 28 de junio de 2014
Dejarme ir
Yo, moribundo, extasiado por la enfermedad soy abrazado por la fría y acogedora muerte. Veo un río de cadáveres conocidos; logro ver a mis padres, a mis abuelos, y algunos de mis tantos amores. Termino de sangrar y sigo viviendo, no sé cual sea la razón, pero mis pies están atados a la tierra, cada mañana, cada día, cada instante, tengo aquella misma oscura sensación, pero sigo abriendo los ojos, haciendo parecer todo un sueño.
viernes, 27 de junio de 2014
Caminé por senderos repletos de hojas que sonaban al pisar, sin visión alguna podía oír ese pequeño crujido haciéndome sentir como que avanzaba; era mi otro ser, era el cansancio que me impedía seguir siendo yo, era él, mi verdugo y mi mayor felicidad.
Intenté detenerme, porque sabía que no era un camino tan real como parecía, pero su veneno logró adormecerme, el mundo se detuvo junto con mi palpitar, la sangre dejó de correr. Ahora sólo soy otra hoja más, que se mueve cuando el viento ordena.
Intenté detenerme, porque sabía que no era un camino tan real como parecía, pero su veneno logró adormecerme, el mundo se detuvo junto con mi palpitar, la sangre dejó de correr. Ahora sólo soy otra hoja más, que se mueve cuando el viento ordena.
domingo, 23 de febrero de 2014
La fecundación de mi tragedia
1993, año del veneno.
Solo conozco el vientre oscuro y perdido de la década de los pecados,
en donde, sin duda alguna, la serpientes se nutren de su propio ser, de la rebeldía de su ser,
es entonces, donde comienza la fecundación de la tragedia, envuelta por sí misma
sin brazos ni ataduras, libre de prejuicio, esclava de la mente.
Grita, puedo oír sus quejidos de desgarro, aquellos causados por el placer oculto y hasta hoy negado,
no existe palabra alguna que alivie aquel abismo infinito, aquel accidente lleno de posibilidades, pero con el destino marcado, tan marcado como el amor de una madre que muere, que muere día a día.
Solo conozco el vientre oscuro y perdido de la década de los pecados,
en donde, sin duda alguna, la serpientes se nutren de su propio ser, de la rebeldía de su ser,
es entonces, donde comienza la fecundación de la tragedia, envuelta por sí misma
sin brazos ni ataduras, libre de prejuicio, esclava de la mente.
Grita, puedo oír sus quejidos de desgarro, aquellos causados por el placer oculto y hasta hoy negado,
no existe palabra alguna que alivie aquel abismo infinito, aquel accidente lleno de posibilidades, pero con el destino marcado, tan marcado como el amor de una madre que muere, que muere día a día.
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