Amor y perversión, mis articulaciones duelen impidiéndome comer, beber, dormir, gritar, rezar, llorar y morir. Es esta maldición que cargo con mi piel, el brillo de mi piel, la luz de mi eterna curiosidad que desnuda todos los miedos que deslumbran y sanan el cuerpo invisible.
Si no me tengo a mi mismo, no quiero tener a nadie, pero como un buen hijo, me revelo,
me revelo incluso contra la rebeldía.
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